El arte de enseñar

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OSCAR SIERRA PANDOLFI

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El arte de enseñar

2024 I PARTE OSCAR SIERRA PANDOLFI

Ventana pedagógica

Discrepo inefable que exista el acto menguante de educar. Burdo oficio exagerado en la poca paga y en la demasía laboral. Donde el docente afiebrado en la manada granítica espera jubilarse para recibir el pírrico money para hacer el retiro absoluto. Cualquier cantidad de décadas e instantes eternos en un aula enseñando lo que no sabía, bajo el yugo imperante del categórico Kantiano del sistema educativo tradicional, hurgándole la paciencia, persiguiendo sus sueños, arrinconándolo y amordazándolo a que enseñe lo que le impone imberbe la ideología.

El maestro verdadero, es el que mantiene una aproximación ontológica hacia el sujeto participante, que escucha la diversidad de criterios, que se deja refutar verdades por el alumno, el maestro ya no es el epicentro, no es el dios que habla y manipula, evitando la doma [Fullat,2002]. No podemos seguir enseñando sin tener de base la libertad en todas sus dimensiones, tanto sociales, filosóficas, esta última, orienta al acto de pensar, el sistema no quiere que enseñemos a pensar, porque ni nosotros hemos aprendido.

El verdadero maestro, es el que lleva al niño a la verdad reconstruida por sí mismo, no me refiero a la verdad científica, que es la que está seleccionada por los procesos curriculares culturalistas y conductivistas. Me refiero, enseñar a investigar de forma espontánea a través de la duda, enseñarles a interrogar el ser, el en [si] de las [cosas]. En mundo acelerado, una sociedad anquilosada por el consumo y el cansancio, el aprendizaje ya no debe ser informativo, sino más formativo, la decadencia de valores intrínsecos va esfumándose en las líneas de fuga las realidades de los individuos. La repetición, el acto catafórico de enunciar las realidades a través de dictados, de transacciones de conocimientos, donde el maestro, todavía deambula en un constante mundo inestable de comprensión, o sabe demasiado y no sabe trasmitir, o sabe menos, y no sabe qué inventar. Por eso, el verdadero maestro, es el que está a la espera del aprender inacabado [Broudy,1998].

Por eso, el [acto] de educar no corresponde a la ambigüedad del término en sentido semántico y estructural. Más allá del análisis de la realidad que plantea Kosik [2001] en el sentido a[dhoc], el docente se convierte solo en un sujeto mediático con limitaciones epistémicas soslayadas en la decadencia científica de no conocer el objeto /sujeto de los procesos complejos de aprendizaje, que se diferencian de los procesos dinámicos de enseñanza. Desde mediados del siglo XX nos han venido reseñando e indicando que dichos procesos están en [si] vinculados, entonces, eso promueve cierto [problema], ¿Qué es aprender?, el dilema constituye en una reorientación tanto teleológica y ontológica, lógicamente no se puede extraer con mucha facilidad una respuesta, habría que disponer tanto no de los razonamientos deductivos e inductivos que tanto han amedrantado el [ACTO/DASSEIN]de aprender, si la vía más expedita, es el acto creador del niño o el ludens.

Los docentes postpandemia, siguen con la dictadura pedagógica de subrayar mandos de “hacer” creyendo que eso es “enseñar” y que los niños transcriban es “aprender”. En la actualidad el mediocrismo docente se perpetúa en el manejo tradicional de la memoria , Freire, condenaba la educación bancaria o memorística. Seguimos sobre decadencias de pedagogía de Neardenthal, ademas de una perspectiva de pedagogía del garrote, del dictado y del despliegue de información acumulada y nociva. Me gustaría invitar  a leer a Edgar Morin, Pablo de Pons, Manuel Castell. Todavía siguen los docentes en una especie de involución, va caminando hacia atrás, su capacitad cerebral es básica y lineal, a pesar de sus títulos académicos.  

Octavi Fullat, nos afirma sobre la doma en los procesos de aprendizaje, el acto repetitivo de hacer las cosas, por eso los procesos de interacción de los niños en el aula, no son lo mismo, el acto presencial del docente ante sus alumnos es una cuestión de organicidad dialéctica. Así que la pedagogía tradicional sigue siendo la adúltera, abusiva, lineal y retrógrada en las manos de docentes confusos, que siguen con el viejo dilema: Enseñanza del siglo XIX, profesores del siglo XX, y alumnos del siglo XXI: Vaya incoherencia educativa.

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